En México hoy se mira el presente, se recuerda al pasado, y nos olvidamos del futuro. Aun, no contamos con un proyecto de país, por el cual las mexicanas y los mexicanos estemos dispuestos como antaño, a luchar hasta el final.
En México, festejamos este 2010 el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, sin poseer aun, un proyecto de país coherente, por el cual las mexicanas y los mexicanos estemos dispuestos como antaño, a luchar hasta el final como los simpatizantes del liberalismo o el nacionalismo revolucionario del pasado. Hoy se mira el presente y al pasado, y menos al futuro.
5 de febrero de 2010, onomástico de la Constitución Mexicana
En doscientos años después de la Independencia y cien de la Revolución Mexicana, México ha tenido la Constitución de Cádiz de 1812(centralista) y la de Apatzingán de 1814 (centraba el poder en un solo grupo de personas), la Constitución de 1824 (la primera federalista), y las dos grandes constituciones en el mismo sentido federalizado, pero en esta ocasión, obra de los encumbres nacionales en los cuales los partidos triunfantes eran portadores de un proyecto de país que se proponía cambiar profundamente la situación existente. La primera Constitución formal en 1857 y la segunda firmada por el constituyente el día 5 de febrero de 1917 y que entró en vigor a partir de mayo del mismo año, la excelsa “Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”, misma que ha estado vigente 83 años.
El lo que va del siglo XXI se generaliza la intención y opinión de que la Carta Magna debe ser reformada para adaptarla a los grandes cambios que ha conocido la nación a partir de 1994. Grandes movimientos se han intentado bajo Comisiones, mesas de trabajo, reuniones, foros y, debates y consultas en el H. Congreso de la Unión, para integrar cinco grandes temas: Autonomías Indígenas; Derechos Fundamentales; Órganos Electorales e Instituciones Democráticas; División de Poderes y Federalismo, y un solo enfoque a lograr, la “Reforma de la Constitución ó Reforma del Estado”.
Esta variedad de esfuerzos aun no concluyentes, nos lleva hoy en día a pensar en dos conclusiones: La primera se sostiene en los diferentes intereses que existen dentro de la sociedad y que ha comenzado ya a plantear opiniones concretas para la reforma de las leyes básicas, más no obstante ello, por intereses personales y de grupo, no hay en el gobierno, los partidos y las élites del poder económico, la voluntad política para afrontar la labor de inmediato. En la segunda, se hace evidente la inestabilidad en la relación de fuerzas entre los partidos dominantes PRI, PAN y PRD, así como el conflicto que encuentran los poderes judicial y ejecutivo, para trabajar conjuntamente con el legislativo la “Reforma del Estado”. Es decir, “nadie quiere arrancar el episodio y pagar las posibles facturas políticas y sociales”, ya que cada uno reflexiona sobre las formas maquiavélicas de actuar del constituyente (legislativo), amén de la diversidad de criterios que en este momento existen y que de hecho, ubica la participación con un alto riesgo y muy impredecibles.
Nuestras constituciones han sido el resultado de la necesidad de cambios profundos en la sociedad. En la situación actual, el acuerdo entre las fuerzas políticas aun no reconocen esas necesidades de cambios, a pesar de sus principios ideológicos, ni siquiera hay acuerdo mayoritario acerca de lo que esta sucediendo realmente en el país y lo que debe pasar en la sociedad en el futuro cercano.
Como ciudadanos y país estamos fritos, No obstante, ¡FELIZ 5 DE FEBRERO!
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