lunes, 21 de septiembre de 2009

LA REDUCCIÓN TECNOCRÁTICA. NUEVO HUMOR EN LA TOMA POBLANA DE POSICIÓN POLÍTICA DE LA ACTUALIDAD

LA REDUCCIÓN TECNOCRÁTICA. Nuevo Humor en la toma poblana de posición política de la actualidad.
ftraconis@gmail.com

Dentro del entorno de las fiestas patrias por la independencia de México, en donde se ha señalado que si bien hay libertad de expresión, también lo es que hay cierta censura, sobre todo en medios de comunicación que están supeditados al control económico. Por lo tanto, el recuerdo de la independencia se ha convertido en una fiesta en la que se homenajea a los héroes, no obstante, han perdido el objetivo de recordar la lucha larga por la libertad que se afirmó un siglo después, con la Revolución Mexicana.

El intento de reducir la política a la técnica, a las políticas públicas, como se afanan en llamar al campo disciplinario en el que se encuentra en juego el monopolio de la descripción legítima de los problemas técnicos que enfrenta todo proceso político, así como de la prescripción que conviene adoptar.

Esta intentona reduccionista aparece, claro, cuando hay abundantes indicios de que esa dimensión técnica parece estar al servicio de esquemas de dominación crecientemente invadidos de pequeños intereses depredadores que se articulan en coaliciones político-partidistas y desplantes orientados a la "participación", por parte de grupos de intereses especiales.

Gracias a este proceso de consagración disciplinaria, en Puebla aún no se ha logrado un saludable enriquecimiento del debate público, en donde se logre introducir con éxito la idea de que los proyectos políticos que tienen que procesarse por medio de las inevitables consideraciones de factibilidad, sostenibilidad financiera y jurídica, así como del tomar en cuenta los problemas que habrá de enfrentar la puesta en marcha de los programas en que desembocan las políticas públicas.

Todo lo anterior estaría muy bien, excepto cuando en las luchas políticas del momento se pretende destruir políticamente a un adversario, real o imaginario, con el argumento de la incompetencia técnica y se quiere hacer pasar lo anterior como si se tratara de un argumento en sí mismo "técnico".

Ese humor poblano no puede pasar de ser lo que es (ideas bonitas, esperanzadoras visiones de lo que debería ser), mientras nadie de la sociedad se cuestione por las condiciones en que las disputas técnicas sean sanables. Y sin tener en claro lo anterior, las manías de los profesionales de la opinión no dejarán su condición de doxa, opiniones, pensamientos previamente pensados pero que no han sido debidamente repensados ni argumentados.

Los debates de política (relativos al campo de la política pública) suponen que existe un suelo común en el cual tiene sentido formular argumentos, ajustar propuestas, establecer criterios para dilucidar cuestiones que deben ser zanjadas. Ese suelo común puede ser pensado como un entorno institucional estable, en el que se encuentra fuertemente instituida la práctica del debate. Esta práctica, exaltada tanto por los defensores de la democracia como por los cultivadores de las políticas públicas, supone a su vez que hayan tenido una valoración positiva del mero hecho de debatir.

¿En dónde queda la valoración del diálogo cuando se permuta el debate por campañas mediáticas televisivas y radiofónicas que no hacen sino autoproclamarse como la mejor opción?.

Los conocedores en la materia han dicho "ad nauseam" (locución latina que se utiliza para describir algo que continúa hasta llegar al punto de producir náuseas), que esas nuevas reglas cabrían en una palabra: "Democracia". Los cientos de miles que consideran hoy que esa nueva regla realmente no rige nada en la política poblana viven un nuevo ajuste: nada ha cambiado realmente. Esta permutación implica -no hay que dejar de observarlo- una reducción intelectual y práctica política que parece dar por sentado que aquí, en Puebla, los poblanos ya estamos de acuerdo en las cosas fundamentales: "los qué", pero olvidan todos los aspirantes a un puesto de elección, que nos falta nada más y nada menos que sentarnos a discutir -¡CON LA SOCIEDAD!-: "los cómo".

La conducción de todo proyecto político sea PRI, PAN, PRD o como quiera que se denomine (¡aguas presidentes de partido!), supone un saber técnico capaz de traducirlo legislativamente y convertirlo fehacientemente en programas de gobierno. Reducirlo todo, sin embargo, a un asunto técnico o de políticas públicas, equivale a incurrir en un error lógico de gravedad y a apostar porque en Puebla se vuelva a disfrazar cualquier mecanismo de fraude de los sectores público-privado. De una decisión "técnicamente correcta".

Antes que exigir argumentos a los opositores, sería saludable para el Estado que los defensores del reduccionismo tecnocrático examinen la justeza y corrección de lo que defienden. Todavía pueden corregir el rumbo.

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